Cuando buscamos información sobre qué es la menopausia, normalmente encontramos una definición fisiológica. Obviamente, esta nos lleva a una lista de síntomas que se pueden dar en el cuerpo de una mujer que llega a esta etapa. Así, cuando empezamos a indagar, lo usual es encontrar la siguiente respuesta: la menopausia es el momento del cese de la producción de hormonas en los ovarios de la mujer, y con ello, el final de su etapa fértil. Un cuerpo que estuvo muchos años funcionando cíclicamente para tener bebés, termina esta función, simplemente porque así está diseñado.
Al tener la referencia más evidente de este cambio en lo que vemos y sentimos en el cuerpo, lo habitual es que toda nuestra atención se quede ahí, buscando encontrar el alivio o la desaparición de los síntomas (que son normales en un proceso natural), y enfocarnos únicamente en esta parte, puede hacer difícil y tortuosa la transición hacia la nueva etapa de la vida que nos toca.
Si nos atrevemos a correr un poco el velo y observar lo que hay detrás de lo que estamos viendo y experimentando en lo físico, encontraremos información valiosísima. Atender esta información nos puede ayudar mucho con el ajuste a esta nueva realidad, e incluso podemos llegar a participar en su creación, definiendo la que seremos el resto de nuestras vida, redefiniendo este momento, más que como una pérdida desastrosa de los mejores días de nuestra existencia, como una invitación a un estado nuevo que promete una época si no mejor, sí tan plena de gozo y hallazgos diferentes, nuevos e inspiradores, como lo fue la primera mitad de la vida.
La menopausia es sólo un momento natural de cambio en la vida. El tiempo pasa, y va dejando cosas atrás, pero otras, quedan como huellas de experiencia que nos dan la oportunidad de usarlas a modo de herramientas para las nuevas circunstancias que ahora empezamos a vivir.
Este es un momento crítico, en el que se tienen que dar ajustes que vemos y medimos, como lo hemos dicho, en el cuerpo; pero detrás, en un mundo paralelo y sutil que anima la existencia, representan cada uno de ellos una oportunidad de integrar lo aprendido en el pasado y soltar lo que ahora ya no corresponde, imprimiendo así un enorme espacio de libertad del que hasta ahora no gozábamos. Ante cada pérdida se abre un espacio de ganancia, en cada muerte, un renacimiento. Así como hay cambios que se ven, estos mismos se dan en los niveles sutiles que se sienten, pero no son evidentes. Según las leyes del universo, todo es uno, y si atendemos a lo no visto, lo visto se transformará en un efecto dominó.
Solo como ejemplos:
Ya no puedes tener bebés, pues tu cuerpo ha dejado de funcionar para ese fin; ahora puedes explorar un mundo en el que esos bebés sean proyectos o ideas que surjan de tu creatividad de manera consciente, libre y en alegría. Tienes manga ancha para hacer de ellos lo que tu decidas.
Para el caso de haber tenido hijos, ellos están surcando sus propios caminos, convirtiéndose en adultos responsables de sí mismos; con esto se abre para ti un espacio de libertad en el que todos los cuidados, escucha y acompañamiento que dedicabas a ellos, los puedes dirigir ahora hacia ti. Los seguirás amando con locura, pero es momento de voltear los ojos hacia tus necesidades y brindarte los apapachos que requieres para que la sonrisa sea una constante en tu rostro.
Si no tuviste hijos, por elección, o porque no te fue posible, tal vez la atención que pongas en ti hará más evidentes los cambios que se están dando a todos los niveles, y puedes concentrarte en tu aceptación y gestión, encontrando en esto una fortaleza.
Te has quedado sola con tu pareja. Es momento de reevaluaros volviendo al inicio, valorar donde estáis y donde queréis estar, definir las nuevas reglas del juego, en el entendido de que sois nuevamente sólo los dos.
No tienes pareja y te aterra estar sola. Es una increíble oportunidad para ser amada exactamente de la forma que quieres serlo, ya que quien te dará ese amor eres tu misma, y conoces perfectamente tus necesidades y deseos.
Tu cuerpo ya no tiene la vitalidad que tenía antes. El hecho de bajar el ritmo te permite tener una mirada apacible y precisa sobre lo que requiere tu físico, ahora hay tiempo para observarte y darle a tu cuerpo lo que necesita; puedes poner atención a tu alimentación, mantener una actividad menos eufórica, pero que te lleve al encuentro con la naturaleza; ahora en lugar de exigirte alto rendimiento en el gimnasio, puedes caminar, hacer yoga, pilates, o continuar con otro tipo de ejercicio, pero por el placer de hacerlo y no por una exigencia que proviene del exterior.
La clave para poder hacer todos estos cambios, es la aceptación de que la segunda mitad de la vida es una época diferente a todos los niveles, y que en tu actitud está el poder hacer de ella el momento para enamorarte de ti.
Diana Torija.
Mujeres maduras. Salud corporal. Estilo de vida. La menopausia.