Uno de los mejores regalos que nos da la menopausia es el aprender a dejar ir. Todo pasa y se transforma. Lo único inevitable es el cambio. Si aprendemos a tomar las lecciones que nos da la vida durante este tiempo que todo parece estar de cabeza, es innegable la oportunidad que tenemos de abrirnos a la aceptación de las condiciones nuevas. Y para hacerlo fácilmente, el camino es liberar las expectativas que teníamos, fluyendo con lo nuevo.
Si te empeñas en ir diciendo todos los días que “si”, en lugar de quejarte y añorar lo que no tienes, vas convirtiéndote poco a poco en una mujer resiliente. Sacarás lo mejor de una situación nueva, agradeciendo lo anterior y comprendiendo que aquello en su momento fue, pero ahora tiene que irse.
Tres pasos hacia la liberación
Una vez habiendo practicado lo suficiente la liberación de todo, mediante tres sencillos pasos: aceptar, agradecer y dejar ir; la vida se va haciendo más ligera, pero sobre todo gozosa. Dejar de pensar en lo que ya no tenemos y concentrarnos en lo que hay, nos permite disfrutar el presente sin estar distraídas en cosas que ya no están.
Esta es una maravillosa experiencia que te permite concentrarte en el hoy, y colaborar con el universo para hacer de esta nueva realidad una en la que eres cocreadora; en este momento de tu vida, la menopausia, ya sea al principio, en su apogeo, o al final, tienes la opción de centrar tu vida en ti. Todo lo que se ha ido abre un gran espacio que está destinado a ser llenado por tu alma en su más auténtica y pura expresión.
Aceptación
Una de las prácticas más importantes en el proceso de liberación es la aceptación. Veamos un ejemplo, uno de los más evidentes y que más trabajo nos cuesta en general integrar de este momento. El cuerpo empieza a cambiar. De repente salen dolores por los lugares más insospechados, a veces sin razón aparente. Te cuesta más trabajo mantener el peso que quieres tener, la grasa se empieza a amontonar en lugares que te resultan incómodos. Cada día vas descubriendo arrugas en tu rostro que antes no estaban. Y así, tu físico parecería recordarte todo el tiempo el paso del tiempo sobre él.
Lo primero que hay que hacer, es aceptar tu nueva condición. Confiar en las leyes de la Naturaleza, o de Dios, como prefieras llámalo. A través de la observación y contemplación integrar en ti a la mujer que se asoma en el espejo a verte. Sin duda, en sus ojos hay necesidad de afecto y reconocimiento.
Esta eres la nueva tú.
Puede que al principio sea difícil. Que te enojes, te resistas o te de tristeza. La forma de integrar estos sentimientos es aceptarlos también. Son partes de la naturaleza humana que tienes derecho a sentir, pero sólo acéptalas, en la medida que te permitas vivirlas irán perdiendo fuerza y se aligerarán hasta disolverse.
Amor incondicional
Así, poco a poco te irás acostumbrando a ti, y desde este amor incondicional tendrás la oportunidad de agradecer lo que fuiste y dejarlo ir. Ahí está la magia. Te aseguro que en ese momento de liberación se habrá abierto el espacio que te mencioné al principio. Una vez aceptado, agradecido y liberado lo que ya no es, se despertará en ti el mismo impulso de cuidarte y ser feliz que vivías antes.
Esta nueva piel merece también ser acariciada, hidratada, amada. Tal vez tu cuerpo merece una talla más o incluso menos, para sentirse cómodo y libre. Tu cabello acepta la locura y te lo agradece secándose tal vez simplemente al sol. Tu sexo se alegra de ser reconocido como uno de los centros de goce más poderoso de tu cuerpo, de que le permitas vivir experiencias nuevas o diferentes que lo hacen explotar de placer.
Estoy segura que el arte de dejar ir, que es eminentemente femenino, resulta la mejor herramienta y regalo que tenemos las mujeres al llegar a este momento glorioso. Deja ir todo en consciencia y te sorprenderás al descubrir a esa nueva tú, que se estuvo fraguando dentro. Entre más espacio le des, más alegría te aportará. Vístete de ti.
Diana Torija.